El Final de mi estancia en la tierra

07 Mar

Por: Yudi Natalia Capera – Noveno A

En una noche serena, cuando las estrellas brillaban como luciérnagas fosforescentes y hermosas que hacían del cielo un lugar fantástico y lleno de luces y el reflejo de la luz parecía juguetear con mis cabellos largos y negros que brillaban coquetos e inquietos por el fresco aire que hacía que se movieran como las palmeras y las olas del mar en las islas tropicales del caribe, mi piel blanca y suave se mostraba hermosa ante el roce de la fresca brisa y el resplandor de la luna que parecía mantenerse serena.

Luego de abrir mis brazos y mirando hacia el extenso horizonte que a las lejanías se confundía con el negrizco del cielo, reflejaba en mis bellos ojos, que a pesar de mi hermoso rostro, mi bello cuerpo y mis labios más rojos que la propia sangre, en mi interior había una tristeza enorme por el infierno en el que se había convertido mi vida desde el día aquel.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Ese día, cuando llegue del colegio, vi a papá con un cuchillo en la mano, su camisa y su rostro al igual que sus brazos se encontraban empapados de sangre. Rápidamente, volví mi mirada al piso donde se encontraba mi madre desangrándose y agonizando, después vi en el comedor la pistola de mi padre, inmediatamente la tome en mis manos, llorando y gritando de dolor descargué la pistola en el pecho de mi padre.

Yo sentía que mi alma y mi vida se derrumbaba tan lentamente como mamá se desangraba e iba perdiendo perdiendo su aliento, entonces acongojada de dolor, rabia, odio e impotencia, llorada desconsolada.

No sabía por qué papá había hecho eso, no sabía cómo había tenido el valor de verlo a la cara y matarlo, no sabía qué hacer para olvidar ese recuerdo que me carcomía por dentro y así en medio de este amargo recuerdo, una intensa e ingrata lágrima se deslizó sobre mi mejilla sonrosada, dando paso para que mi boca soltara un grito: ¡por qué!

Haciéndome así más cobarde frente al dolor que ya no me dejaba vivir, entonces tome el cuchillo con el que mi padre había asesinado mi madre, lo deslicé suavemente por mi terso cuello, haciendo así que la sangre se derramara por mi escote hasta llegar a mi vestido y dejarlo completamente empapado, luego mis hermosos y tristes ojos se apagaron y mis piernas perdieron su fuerza haciendo que me desplomara y cayera sobre el verdoso prado.

Lentamente sentía cómo se iba yendo mi vida tan confusa y triste. En medio de mi agonía imaginaba el rostro de mi madre tan sonriente y resplandeciente como la propia luna y mirándome con sentido fraternal.

Y así fue: “EL FINAL DE MI ESTANCIA EN LA TIERRA”